( A Manuela
con cariño)
Una mujer me
miraba,
parecía muy
simpática,
era tarde de
paseos
entre las
verdes acacias.
Era tarde de
paseo,
y las flores
de guirnaldas
la miraban al
pasar
con sus
mejillas muy pálidas.
Parecía que
su amor
había sido
solitario,
sus ojos eran
dos perlas,
de ruiseñores
sus labios.
Esa mujer me
miraba
y caminaba
muy lánguida
entre las
sendas de olvido,
entre
penumbras y lágrimas.
El canto de
una calandria
hacía la
tarde más mágica,
y las flores
del jardín
hacen las
sendas de plata.
La brisa de
la montaña
se notaba por
las sombras,
un ruiseñor
cantaba
con su flauta
prodigiosa.
La mujer me
sonrió,
y aquella
tarde tan lánguida,
tarde de oro
y de plata,
se convirtió
en una noche
de besos y
muy romántica.
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