MI BELLO PÁJARO AZUL (cuento)



Yo tengo un pájaro azul, que me alegra con sus cantos, y que se bebe mis lágrimas, cuando mi alma tiene llanto. Así comienza una poesía, yo creo que bellísima, que he compuesto para mi pájaro azul. Hermoso pájaro azul, que le puse de nombre “Pinto” por unas pequeñas manchas blancas que tenía en su cabeza. Pajarillo de sonrisa celeste, ojos de azabache y mirada misteriosa. Su plumaje es tan lindo y tan suave que se asemeja a una tela de terciopelo recubierta de seda. Sus dos finas patitas, parecen dos columnas muy frágiles para sujetar a mi querido animal.

Le recogí de pequeñito, huérfano, un día muy frío de invierno que estaba acurrucado en la falda de un matorral cubierto de nieve. Tenía el pico abierto, jadeando, con mucho miedo. Me miraba desconcertado, y cuando notó que lo que yo le daba era calor y comida, comenzó a piarme dándome las gracias con su tierno pico.

Cuando la aurora se asoma por la ventana del cielo, y los rayos de oro y plata marchan por los caminos del firmamento, un canto de trinos al alba despiertan al día de su letargo de la noche. La luna, haciendo guiños al nuevo amanecer, se acuesta y resurge por el horizonte el nuevo día. Los trinos de todos los animales del campo han sondo como una balada de alegría, y mi pájaro se despereza, agita sus plumas y viene a mi regazo para anunciarme que el sol ya alumbra el nuevo día y que ya han sonado los clarines del alba.

Se posa sobre mi hombro, revolotea, escarba en el pelo de mi cabeza y se vuelve otra vez a posar en mi hombro. Así camino yo con su compañía y él con la mía.

Cada amanecer le llevo junto al manantial de una pradera muy verde que parece un tamiz de alfombra, tapizada de amapolas, lirios y margaritas. Y allí, el pájaro se baña metiendo y sacando todo el cuerpo del agua, como si fuera un rito sagrado, y después revolotea entre las flores, acunando a las más altas y arrullando a las más pequeñas. Yo le contemplo embelesado, y pienso que si los pájaros tuvieran alma, ésta sería tan bella y tan sensible como la de un poeta que va dejando su huella en la vida, del mismo modo que se quedan grabadas en la nieve las pisadas de una alondra que camina en busca de su alimento cotidiano en los días de crudo invierno en la sierra. Sería seguramente también, tan bella como su plumaje. Se afila el pico en una piedra de granito, azul como sus plumas, y se viene a mi lado revoloteando con sus alas muy limpias y brillantes.

Ya hace un rato que ya ha amanecido y el sol inicia su singladura saludando a su paso a unas nubes blancas de algodón que pintan al cielo de un color de nácar. El silencio es roto solamente por el vuelo de una abeja madrugadora que va libando de flor en flor para llevar el sustento cotidiano de polen a su colmena campesina. Pinto se asusta, se acurruca entre mis ropas, y sacando un poco su cabeza se la queda mirando. El zumbido sin duda ha sido la causa de este pequeño susto.

Un tropel de mariposas danzan y vuelan entre las flores del campo, y son tantas y tantas, que con el susto de la abeja y este espectáculo de tanta belleza, el pájaro no sabe qué hacer. Ha sido mucho para este animal tan joven, que aún no entiende mucho de los fenómenos de la naturaleza y que poco a poco tiene que aprender.

Ha llegado la hora del desayuno y que tengo que buscar para él y para mí el sustento diario. He visto a lo lejos un árbol cargado de grandes manzanas, rojas como granadas, que cuelgan como campanas de una iglesia repicando en un día de gloria. Y comemos los dos de ellas. Tienen un sabor dulce y un poco agrio a la vez. Un racimo de orugas, que cuelga de una rama, es para Pinto un manjar celestial, que se lo engulle de un periquete.

Caminamos por la alfombre tupida de la naturaleza silvestre, y nos adentramos en un bosque de robles y castaños. Árboles centenarios que da cobijo al silencio del día y de la noche. Unas nubes negras presagian una tormenta, y los pájaros y otros animales silvestres buscan un lugar seguro para aguantar el chaparrón.

Por los senderos del cielo, las gotas de lluvia descienden para morir en la tierra pedregosa del alcornocal. Un mochuelo solitario nos mira con sus ojos de luna llena. ¿Qué pensará el mochuelo, si es que los mochuelos piensan? Las nubes tocan el cielo y la suave caricia de la brisa nos acompaña al cesar le lluvia. Pinto, como acostumbra, se ha acurrucado en mi hombro, se mete entre mis ropas y asoma la cabeza de vez en cuando para observar de nuevo otra faceta de la naturaleza que también le resulta misteriosa.

Una gran quietud reina en el campo, la lluvia ha regado la tierra y ha bañado a las plantas que se quedan más limpias y más brillantes. Un trueno ha sonado como un eco lejano, y los animales del bosque buscan cobijo cada uno en sus madrigueras. Pero pronto vuelve a salir el sol y la vida sigue su curso de nuevo, deprisa, muy deprisa.

A lo lejos se divisa un lago muy grande, lleno de nenúfares y plantas acuáticas que le dan a ese maravilloso lago un colorido especial. A medida que nos acercamos, el lago se vuelve más transparente, más nítido. Una libélula de coloridos armoniosos vuela y vuela sobre el lago, subiendo y bajando, haciendo piruetas. Pinto quiere imitarla, pero al poco tiempo se cae al suelo con el pico entreabierto y jadeando. No ha conseguido imitarla, y es que en la naturaleza cada animal tiene una forma de ser y de vivir muy característica, un don especial que nadie lo puede igualar. El pobre Pinto tarda en recuperarse y al poco tiempo, en mi regazo, se queda dormido. Y de vez en cuando da un pequeño respingo, seguro que estará soñando. Yo me imagino que hoy ha soñado con las abejas, las ardillas, los truenos y con la libélula.

Al despertar, da un brinco, salta hacia el lago y se ha subido en un cisne blanco como la nieve, y encima de su plumaje va navegando a lo largo del lago. Unos cervatillos se han acercado a beber y Pinto, que es muy curioso, ha volado desde el cisne hasta los ciervos. Éstos, se han asustado y han huido saltando entre campanillas y rosas silvestres que dan un colorido muy bonito a la pradera del bosque.

El verano pasó muy rápido y el otoño ha servido para que Pinto haya cambiado su plumaje por otro más tupido, se está abrigando para prevenirse del frío que hará durante el próximo invierno. A mediados del otoño ha caído la primera nevada del año y se ha formado un paisaje de ensueño, además el contraste del blanco de la nieve con el azul del pájaro lo hacen más precioso. La gama de colorido en la naturaleza es ilimitado y los tonos de los colores son muy variados. Un día lluvioso, cuando ya se acercaba el invierno, salió en el cielo un arco iris. Los ojos de Pinto se hicieron grandes como platos al contemplar ese fenómeno tan esplendoroso. De pronto dio un vuelo rápido y quiso subirse y posarse en el arco iris, pero por más que querían no podía. El agua de la lluvia cesó y el arco iris tan precioso desapareció. Pinto anduvo revoloteando para ver si lo veía de nuevo, No entendía lo que estaba pasando a su alrededor, y un poco compungido se posó de nuevo en mi hombro y se puso a cantar.

Pasaba el tiempo con una gran rapidez. Pinto había crecido y su aspecto había cambiado, igual que cambian los niños a medida que el tiempo pasa. Se quedaba muchas veces con la mirada fija en el horizonte, ¿qué mirarían tan fijos los ojos de mi pájaro?. Era un misterio para mí. Un día se marchó volando y le perdí la pista. Tardó más de lo normal en regresar, cosa que se repetía cada vez con más frecuencia. Se juntaba con otros pájaros y al trinar todos al mismo tiempo, originaban una sinfonía pajaril de une belleza considerable.

Cierto día, al atardecer, remontó el vuelo, revoloteó varias veces a mi alrededor con un vuelo muy rápido, vuelo de alegría, me miraba y me miraba y trinando desapareció. Ya no le volví a ver más veces. Escogió su libertad, la libertad que yo le había enseñado y que yo sabía que un día se marcharía para no volver nunca más. Se fue seguramente con el grupo de pájaros de los que él se había hecho amigo, y es posible también que se hubiera enamorado de una pajarita tan dulce y tan tierna como él...

1 comentario:

  1. Tu cuento es pura poesía, romanticismo y ternura. Te felicito y espero leerte más veces.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.