Por la ventana abierta de tu alcoba,
se metía la luna de un verano,
una ráfaga movía las cortinas,
y ella sentada en el piano.
Las teclas de ese piano relucían
y en el centro el ramo de unas rosas,
su mirada era tierna y sonreía
y su blusa era blanca y vaporosa.
Yo estaba detrás de ella,
era como un dulce sueño,
llevaba una flor en el costado
en su chimenea ardían unos leños.
Y sus manos tocaban suavemente
todas las teclas del teclado:
“se nos murió el amor,
de tanto usarlo...”
Yo recordaba aquel viejo poema:
Los jardines se mueren de frío;
en los largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
Sentí que mi corazón
algo allí se moría,
y no pude cantar suavemente
aquella suave y triste melodía...
Cuanto silencio quedó en mi alma,
cuantas caricias y recuerdos,
cuantos amores se van para siempre....
en las noches sin brisa y sin sueños...
se metía la luna de un verano,
una ráfaga movía las cortinas,
y ella sentada en el piano.
Las teclas de ese piano relucían
y en el centro el ramo de unas rosas,
su mirada era tierna y sonreía
y su blusa era blanca y vaporosa.
Yo estaba detrás de ella,
era como un dulce sueño,
llevaba una flor en el costado
en su chimenea ardían unos leños.
Y sus manos tocaban suavemente
todas las teclas del teclado:
“se nos murió el amor,
de tanto usarlo...”
Yo recordaba aquel viejo poema:
Los jardines se mueren de frío;
en los largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
Sentí que mi corazón
algo allí se moría,
y no pude cantar suavemente
aquella suave y triste melodía...
Cuanto silencio quedó en mi alma,
cuantas caricias y recuerdos,
cuantos amores se van para siempre....
en las noches sin brisa y sin sueños...
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