Escúchame, mi buen Dios,
nunca quise hablar contigo,
pero hoy
he querido venir a verte
para charlar contigo y conocerte.
Si alguna vez alguien me decía
que tú no existías,
yo, tonto de mí,
casi, casi me lo creía.
Aunque yo siempre,
haya admirado a tu obra,
ver que todo está tan bien hecho,
todo está bien acabado,
al final tenía dudas
y caminaba como sonámbulo
por el mundo sin descanso,
y las dudas me iban matando.
Pero hoy, mi buen Dios,
te necesito,
porque estoy en la guerra,
que es como estar en el infierno,
sabes que muchas cosas
que decirte tengo
en estos crudos
y terribles momentos.
Mañana, o quizá pasado mañana,
al anochecer habrá ofensiva,
pero presiento
que tú me vigilarás en cada esquina.
Mi buen Dios, escucha, es la señal,
me tengo que ir a luchar,
quizá esta noche,
cuando haya una lucha cruenta
y mucha sangre por los montes
matándose con las bayonetas,
volveré a llamar a tu puerta,
si es que tú me dejas,
y aunque nunca fuimos amigos,
¿vendrás a ayudarme si te sigo?
¿vendrás a ayudarme si te lo pido?
Acabada la batalla,
aquel soldado estaba vivo,
y tuvo mucha suerte,
y ya no temerá nunca a la muerte,
porque sabe que el buen Dios
siempre le protegerá y le protege…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.