Acercate a decirme,
aunque solo sea en sueños,
en qué lugar te encuentras,
en qué lejana orilla,
en qué lejana estrella,
porque sé que te fuiste
por una vereda estrecha
donde tú me dijiste
que allí nadie te espera.
He perdido tu rumbo,
he perdido tu estela,
pero con la hoz de mis sueños
logré segar tu espiga
del surco de aquella sierra,
donde sembraste en silencio,
junto al amor de la luna
con las cenizas calientes
de nuestra apagada hoguera.
En una vereda limpia,
donde duermen mis penas,
detecté tu perfume,
divisé tu presencia,
junto a rosas de plata
donde crece la hiedra.
Y en aquella piedra
donde el tiempo plasmó
tu figura despierta,
te besé en la mejilla
y aparté uno a uno
todos los granos de tierra
que tapaban tu cara
y que intentabas cubrir
con un manto de hiedra.
A pesar de que no sé
por donde caminas,
ni donde te encuentras,
te estaré esperando
y guardando mi amor
para cuando tú vuelvas...
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