Un hombre va caminando,
y a lo alto del camino,
encuentra a una tejedora
tejiendo paños de lino.
-Tejedora, tengo hambre,
me encuentro enfermo y herido,
dejé a mi alma llorando
a lo largo del camino.
Solo pido que me des,
para esta noche un cobijo,
unas migajas de pan
y un cachito de tocino.
-Pasa buen hombre, no temas,
yo te daré buen cobijo,
ven a mi mesa a comer
pan y chorizo conmigo.
Y siéntate en esa lumbre
para que no pases frío,
pues va llegando la noche
y tienes escalofríos.
Al día siguiente aquel hombre,
le habló así a la tejedora,
mientras ella preparaba
el desayuno en su alcoba:
-Tejedora soy muy pobre,
no tengo ningún amigo,
no he visto una buena vida
a lo largo del camino.
Tejedora, teje un paño,
un paño grande de lino,
que me cubra bien la cara,
los ojos y los oídos,
pues no quiero ver la vida
que me ha tanto malherido,
no quiero ver a la noche,
ni a la gente en el camino.
-Espera buen hombre, espera,
ahora mismo lo comienzo
y a la noche lo termino.
De tanto tejer el paño,
de tanto tejer el lino,
la tejedora sangraba
sus blancas manos de lirios.
El paño se volvió rojo,
y con él cubrió su cara
al buen hombre peregrino
como él se lo había dicho.
Ya no podía ver nada,
el hombre estaba afligido,
pero al cabo de unos días
estas palabra la dijo:
-¿Dónde estabas tejedora,
que en estos últimos días,
nada, nada me decías?
-Tejía buen hombre, tejía,
solo tejía y tejía,
otra cosa yo no hacía.
Un día la tejedora
vió que a través de aquel paño
unas lágrimas salían,
y el hombre a la tejedora,
estas palabras decía:
-Tejedora, ahora veo todo
a través de este buen paño,
empapado por mis lágrimas
que han desteñido tu lino,
ya siento que el mundo es bueno,
que hay alondras en los pinos,
que hay rosales florecidos,
pongo a Dios por mi testigo.
Veo a lo largo del camino,
azucenas, muchos lirios,
mariposas de colores
y otros muchos peregrinos.
Tejedora quita el paño
que pusiste un día en mi cara,
ahora me hace un poco daño,
me marcho a la madrugada.
Y ella le quitó el paño
que le puso un día en la cara,
y fue tanta la alegría
de ver de nuevo esa cara,
que los dos, los dos lloraban
y sus lágrimas vertían.
Y mientras la tejedora tejía,
y el sol y el día ya venían,
y los ruiseñores cantaban,
y un rosal ya florecía,
él decía a la tejedora
que ahora él si la quería.
porque le dio su ternura
cuando él no la tenía...
Dioss, me ha encantado.
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