LA PEQUEÑA NEGRITA

Con una faldita blanca,

bien peinadita y con trenzas,

cosiendo un pañuelo roto,

estaba la niña negra.


A la puerta de un establo,

sentadita en una piedra,

la niña negra soñaba,

soñaba con ser princesa.


Si ella tuviera dos alas,

como tienen las libélulas,

se habría ido ya a vivir,

muy lejos en una estrella.


Para tener libertad

y no ver tanta miseria,

y no sufrir nunca más

con los blancos que la pegan.


A la puerta de un establo

sentadita en una piedra,

con unos viejos harapos

hacía la niña negra

sus muñequitas de trapo.


Una diadema en el pelo

llevaba la niña negra,

cicatrices en su cuerpo,

dos collarcitos de piedras,

en su cuellecito tierno.


La diadema era una cuerda,

y los lazos de las trenzas

estaban hechos de estopas

de los restos de la cuerda.


La negrita tenía hambre,

la negrita estaba enferma,

su amo la había pegado

por no limpiar bien su hacienda.


Todos los días al alba

segaba la niña negra

las plantas del algodón

que había en toda la hacienda.


Y cuando no lo hacía bien,

el amo la castigaba

con esos castigos crueles

que daban a los esclavos.


Cuantas cosas tan horribles

vieron sus ojitos negros,

gritos, castigos, palizas,

llantos, miedos, mucho miedo.


Las niñas de color blanco,

jugaban por las acequias,

y al ver a la niña negra

no quieren jugar con ella.


La niña negra llorando,

se marchó por la vereda,

solo encontró en el silencio

soledades, muchas penas.


De tanto llorar y llorar

se cegaron sus dos ojos

y no pudo apercibir

que allí un poco más arriba

habían cavado un gran pozo.


Ya empezaba a oscurecer,

y de tanto correr y correr,

la negrita cayó al pozo,

ya nunca más se la vio,

era espuma azul del cielo

entre los lirios del sol.


Sus padres al darse cuenta

que la niña no venía,

la encontraron en el pozo,

y parece que dormía,

envuelta en pétalos blancos

y una rosa florecía.


Vestidita de azul claro,

bien peinadita y con trenzas,

en una cajita de ébano,

estaba la niña muerta.


Un ángel de color blanco

hasta el cielo se la lleva,

va cubierta de oro y plata

y enredaderas de hiedra.


Dios esperaba en el cielo

a esa pequeñita negra,

la da un besito en su cara

y la acaricia las trenzas,

dos luceros la acompañan

y vuelan hacia una estrella.


Por fin había llegado al cielo

un angelito muy negro,

un angelito muy dulce,

un angelito muy tierno,

el angelito más bello.


La niña negra sonríe,

sus dientes son blancas perlas,

y unos angelitos rubios

vienen a jugar con ella,

en este su paraíso,

ella será la princesa.


Ya nunca estará tan sola

aquella niñita negra,

porque todos en el cielo

vienen a jugar con ella.


Y en las negras noches,

de lunita tierna,

la negrita venía a verme

envuelta en nácar y en hiedra,

y me decía que al fin

se encontraba muy contenta…

1 comentario:

  1. Me ha emocionado.El poema es real porque esos hechos ocurrian en este mundo sin alma.Cuanto sufrimiento pasaron las gentes de color porque el hombre blanco las tenian como verdederos esclavos animalizados. Te felicito porque has sabido plasmar la cruda realidad en un poema lleno de una gran sensibilidad y ternura.

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