Mientras afuera en la calle
nieva y hace mucho frío,
en los palacios, sus puertas,
se sellan con seda,
con oro y con plata
y con paños de lino.
Cuando se acerca la noche
y no hay nadie en los caminos,
un niño va caminando
solo y muertecito de frío.
Debajo de cualquier puente
tirita el niño de frío,
como lleva muchos dias
sin haber nada comido,
el niño no tiene fuerzas
ni para pedir auxilio,
de esa pequeña garganta
solo salían tres ruidos.
Nunca oyó que una mujer
le dijera, ven mi hijo,
porque fue abandonado
cuando era muy chiquito.
Entre piedras y entre rocas
le encontraron una tarde
que nevaba y hacía frío
y que estaba muy escondido.
El niño no tenía padre,
su padre era el Dios mismo,
ese Dios que le da la mano
cuando se cambia de sitio.
El niño llega a un palacio
muertito de hambre y de frío,
llama a la puerta dos veces
por ver si alguien le ha oído.
El dueño de ese palacio,
en buena cama dormido,
sueña con seguir robando
allá en todos sus dominios.
El niño llama a la puerta
y grita con un gemido,
para ver si aquellas gentes
le dan comida y cobijo.
"Señores de esta palacio,
auxiliar a este pobre huerfanito,
sabed que pobre nací,
estoy solo en este mundo,
tened compasión de mí.
Si ustedes tienen una madre,
al buen Dios le bendecid,
porque yo no tuve nada,
ninguna leche bebí,
solo el llanto de mis ojos
por leche y comida sorbí,
si no me dais un sustento
veréis a este niño morir"
Al cabo de poco tiempo
se oyó a un perro ladrar,
y al ver abrirse la puerta,
el niño salió corriendo
y se puso a rezar y llorar,
porque sabía que aquel perro
le venía a destrozar…
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