ZAYRA OMAET Y SUS AMIGUITOS



Dedicado A Zayra Omaet con mucho cariño)



Hace ya muchos años, en un pueblecito lejano, nació una niña rubita casi angelical y que sus padres la pusieron de nombre Zayra que significa princesa llena de flores y también brillante y luminosa. Tenía esta niña una carita que se parecía a una princesita, rubita como la manzanilla y los ojos de color azul nomeolvides. Precisamente fue su papá quien le puso ese nombre al color de sus ojos para que ella supiera que nunca debería olvidarle.


Sus papás se llamaban Antonio y Manuela. Él tenía el oficio de leñador y su madre de ama de casa y agricultora, porque era la que se encargaba de plantar lechugas, tomates y patatas para dar de comer a toda la prole que era mucha. Tuvieron cinco preciosos hijos: Antoñito, Zayra, Juanita, Manolita, y Antoñita. Vaya cuadrilla que formaban todos juntos. Y no digamos las travesuras propias de los niños tan pequeños. A Antoñito le daba la manía de sacar todo de los cajones y tirarlo por el suelo. Zayra era una niña angelical, dulce, sensible y con mucha ternura, no hacía grandes travesuras A Juanita le hacía gracia y le gustaba cortar con las tijeras las medias de la mamá. A Manolita la daba por ir abriendo todos los grifos de la casa. A Antoñita la gustaba fregar el suelo con un cubo, y cuando se creía que ya lo había fregado todo, entonces tiraba el agua del cubo por los suelos de la casa porque decía que así los suelos se lavaban bien y quedaban estupendos y nuestra pequeña Zayra, cuando había algún cumpleaños y su mamá había preparado alguna tarta, sobre todo de chocolate, lo que hacía era in pringando a todos los amiguitos sus caras con el chocolate.


El tiempo iba pasando muy rápidamente, y sus hermanos y también nuestra pequeña Zayra, iban creciendo como lo hace una mariposa que sale de su crisálida y que espera que le crezcan las alas para salir a volar. El alma de la mariposa se va abriendo camino para abrir esa crisálida para empezar a vivir. Así se iba transformando la pequeña Zayra como esa mariposa que va remontando el vuelo poco a poco hasta verla volando coloreando el cielo.


Cuando ya comenzaba a caminar, en el verano, su padre se la llevaba con él al bosque y mientras cortaba leña, Zayra cogía las flores del campo. Sobre todo cogía y hacía un ramillete con las rojas amapolas. Entonces, ya de regreso con su papá, éste le cantaba aquella canción de la amapola...amapola, lindísima amapola...como puedes tú vivir tan sola. Y ella se emocionaba porque tenía el alma muy sensible y muy tierna. Según iba creciendo iba madurando en su niñez todas las cosas bonitas de la vida.


Su hermano Antoñito era muy travieso y cuando estaba toda la pandilla junta, él era el cabecilla de todos y de todas. Allí solo mandaba él. Era muy mandón. Le gustaba mucho subirse a los árboles y como era delgadito enseguida se subía. Era muy fantasioso. Le llamaban el zampón porque siempre merendaba un bocata de salchichón y se lo ventilaba en un santiamén. Los chicos cuando le veían decían, mirad ahí viene el Antoñito el zampón comiéndose un bocata de salchichón


Le hubiera gustado haber podido volar, de haberlo realizado de verdad, porque una vez por un pelo no levantó el vuelo, y fue precisamente en otoño, en su primer año de colegio, un día en que, al volver a casa, soplaba un viento tan fuerte que, sin abrir los brazos, podía inclinar el cuerpo hacia delante como una saltador de esquí y todavía más, sin caerse… y aquel día, mientras caminaba con el viento de cara por los prados, al bajar la cuesta de la escuela -porque la escuela estaba en lo alto de una montañita, en las afueras del pueblo-, sólo con que saltara un poco con los brazos abiertos el viento le levantaba, y sin el menor esfuerzo daba saltos de dos o tres metros de alto y diez o doce metros de largo -quizá no tan altos ni tan largos, pero ¡qué importa! -; lo cierto es que casi volaba, y pensaba que si se hubiera desabrochado el abrigo, sujetando una punta con cada mano, como alas, el viento le habría levantado y él habría volado desde la montaña de la escuela, por encima del valle, hacia el bosque, y por encima del bosque, bajado hasta cerca del lago donde se encuentra su casa y allí, hubiera dado una vuelta por encima del jardín, con elegancia, planeando sobre el lago, casi hasta la otra orilla y, por fin, habría dejado que el viento me llevara otra vez a casa, para llegar a tiempo de almorzar. Era muy fantasioso.


Zayra de pequeñita era rubia, con el pelito largo y con trenzas, algo tímida, ordenada, responsable y le gustaba mucho coser y hacer vestiditos a las muñecas. Pero ir al campo la entusiasmaba, el ver a las abejas ir de flor en flor eso a ella la fascinaba, y sobre todo cuando salían en el verano las amapola. Zayra y su hermana Juanita hablaban en un lenguaje que nadie lo podía entender. Ponían detrás de cada palabra la letra p y la última vocal. Por ejemplo mapañapanama ipirepemopos apa lapa plapazapa apa jupugapar, lo que significaba aquel lenguaje tan raro es que mañana iremos a la plaza a jugar. Para decir hola decía hopolapa. Y claro, cuando tenían que decirse un secreto delante de alguien pues siempre usaban este lenguaje. A Zayra la llamaban la no me olvides, por aquello que le dijo su papá de que tenía los ojos del color azul no me olvides. Siempre que se despedía de sus amiguitos la decían: bueno Zayra hasta mañana y no me olvides, y se partían de la risa.


Su hermana Juanita tenía una muñeca de trapo con la que solía tener muchas conversaciones a solas. A aquella muñeca la contaba todas sus travesuras y también sus penas. Y como era muy curiosa, le preguntaba a su mamá si las muñecas entienden los que se les dice. Y su mamá le contestaba que si la muñeca la daba buenos consejos o la contara algún cuento, entonces si que estaba viva, Y un día se lo contó a todos sus hermanitos, que su muñeca la hablaba y la había contado un cuento. Y claro, ellas se burlaban de ella y la decían que les contara a ellas el cuento que la había contado la muñeca. Y entonces le dijo que el cuento se llamaba El pajarito que una vez robó unas gafas. Y empezó a contarlas el cuento: había una vez un niño que era algo gafotas y se había subido a un árbol para ver de cerca de los pajaritos, pero un pajarito travieso le había con el pico robado sus gafas. El pobre se bajó del árbol y se fui triste a su casa. Pero como a ese niño le gustaba mucho subirse a los árboles, entonces se fue por la tarde a ver si veía otra vez a aquel pajarito que le había robado las gafas. Pero su sorpresa fue que las gafas empezaban a bajar muy despacito por el árbol ellas solas. Entones las cogió y se las puso y así podía ver mejor las flores, los animales, las nubes y las plantas. Y claro, entonces Manolita y Antoñito y todos los demás se partían de la risa. Juanita siempre decía a su mamá que quería ser una artista.


Su hermana Manolita, un día vino del colegio con anginas y cuando la vio el doctor, la dijo que mañana por la mañana vendría él mismo a ponerla la inyección. Y lo que hizo la niña, al día siguiente se fue muy temprano y sin hacer ruidos, a casa de una vecina y la dijo que la había mandado allí su mamá y que ese día no había cole porque la sor se había puesto enferma. Y cuando vino el doctor a ponerla la inyección, resulta que Manolita no estaba en toda la casa. Y venga a buscarla, hasta que la vecina la trajo a su casa. La metieron en la cama y como ella decía que no quería que la pusiesen una inyección, entonces entre su mamá y su vecina la sujetaron bien las piernas. Pero cuando el doctor iba a clavarle la inyección, Manolita volvió la cabeza y le pegó un mordisco en la mano al doctor que se le cayó la jeringuilla al suelo y se rompió en mil pedazos, porque en aquella época las jeringuillas era de cristal. Pero como seguía con fiebre, al día siguiente vino el doctor otra vez, pero con la mano vendada por el mordisco de la niña, y la inyección se la puso a regañadientes. Y a los pocos días ya estaba buena.


Su hermana Antoñita no la iba a la zaga en hacer travesuras. Un día que su mamá se fue al campo a sembrar el trigo, ella sabía que iba a tardar mucho. Y se metió en el cuarto de baño y con unas tijeras se empezó a cortar el pelo, Pero como tardaba tanto en salir del baño, sus hermanos la decían que tenía que salir ya, que ya llevaba media hora. Y ella dentro, venga a retocarse el pelo, pero nada, estaba toda llenita de trasquilones. Cuando vino su mamá y la vio con ese pelado tan horrible, las dos se echaron a llorar mientras se abrazaban. Y al día siguiente tuvo que ir al cole con un sombrero que la tapaba hasta la nuca, y claro las niñas se metían con ella y se reían a carcajada batiente.


Cuando la mamá de Zayra sale de casa para hacer algún recado, las tres hermanas se juntan y se ponen a cantar, una hacía el alto, otra el bajo y la otra la música y cantaban las canciones que estaban de moda en el momento, y claro también las infantiles, como al corro de la patata, tengo una muñeca vestida de azul, etcétera.


En aquel pueblo donde vivía con sus padres, había un convento de monjas que eran las que daban clase a todos los niños y niñas de aquellos contornos. Y es ahí donde empieza a conocer a sus amiguitos. La profesora de su clase se llamaba Sor María Jesús, y como Zayra era tan angelical y tan dulce, la sor la quería mucho. La verdad es que en su clase, que eran casi treinta alumnos, había niñas de todos los colores. Los chicos estaban en otra clase diferente, no estaban mezclados. Y enseguida, Zayra empezó a hacerse amiguita de algunos niños y niñas de su cole. Estos eran sus amiguitos:


Juanito, le gustaba mucho jugar con los cochecitos y le decía a Zayra que de mayores se subirían un día juntos en un gran coche. Era un poco gordito y con el pelo siempre despeinado. Algunos chicos le llamaban el sebito porque como he dicho estaba un poco metidito en carnes.


Paquita, a la que la gustaba hacer las comiditas jugando con los cacharritos. Paquita, era buena como una monjita ursulina. Cuando Manolo el gafotas se hacía alguna herida, ella enseguida se la curaba. También la gustaba cortar a la pandilla las uñas. Un día que Manolo iba en su bicicleta tan campante, de repente se le cruzó un perro y ¡zas! se cayó al suelo. Como estaba frente a la casa de Paquita, ella le fue inmediatamente a curarle las heridas, con un frasco de mercromina y un poco de alcohol.


Manolo al que le llamaban el gafotas, decía a Zayra que cuando fuesen mayores se casaría con ella. Le llamaban el gafotas porque el pobrecillo tenía unas gafas con los cristales muy gordos de culo de botella. Muchas veces tenía el pelo tieso como un sacacorchos.


Mari, era la niña que siempre se está riendo. Se reía mucho con Enrique, era una niña que siempre estaba contenta, nunca se enfadaba. La llamaban la zalerosa porque le tomaba mucho el pelo a Enrique que hablaba con la zeta en vez de con la ese, y también la llamaban la risitas porque se pasaba el día riendo.


Enrique que hablaba siempre con la zeta, le decía a Mari por ejemplo cuanta zal tienes, en lugar de decir sal. La pandilla se reía mucho con él porque era muy chistoso. Vamos a zalir de ezcurzión, y los chicos se mondaban de la risa. Cuando se juntaba la pandilla y veían venir a Enrique le decían que ahí viene el más zalao. Tenía un perrito que se llamaba Misuko, pero él le decía Mizuko.


Aurora, era una niña que tenía una cara exótica, se veían poco pero cuando se encontraban ella y Zayra jugaban mucho y eran muy felices. La llamaban la guapita, porque realmente era muy guapa.


Mari Carmen era muy simpática pero le gustaba mucho cantar y jugar sobre todo con los cacharritos. Cuando Zayra veía a Carmen la llamaba Carmeta. No le gustaba nada estudiar, lo pasaba muy mal en el cole. La gustaba mucho bailar y ponerse guapa, era muy presumida.


Loli, era una niña que tenía mucha curiosidad por aprender y quería que Zayra la enseñe a coser vestiditos para las muñecas, era muy cariñosa con Zayra. La llamaban la resabia porque siempre estaba contando cosas y se las sabía todas o caso todas.


Laura, que la gustaba mucho jugar a las mamás, tenía dos muñecos que decía que eran sus hijitos, le gustaba hacer collares para todas las chicas de la pandilla con flores del campo.


Paco, siempre estaba jugando mucho con Loli, se gustaban al parecer...y siempre estaban jugando juntos. Le llamaban el sube y baja porque le gustaba mucho subir y bajar de los árboles.


Pedro, es especialista en romper con un tirachinas todo lo que se le ponía por delante. Pero les decía muchos piropos a las niñas y eso que parecía un poco tímido. Le llamaban el Popeye porque el mentón grande y sobresaliente y también le llamaban el rompilón porque con el tirachinas todo lo rompía. Pedro y la pequeña Zayra se conocieron un 9 de septiembre cuando empezaban las clases del cole, y se veían cada dia 9 aunque lloviese a mares. Quizá hoy todavía él la siga viendo o llamando el dia 9 de cada mes. Y es que la mistad y el amor no tiene ni edad ni fronteras.


Pedrito, le gustaba mucho jugar con los cochecitos, pero sobre todo con uno al que le había bautizado con el nombre de Piojito. Zayra y él eran vecinos y Zayra también le llamaba a su cochecito el Piojito. Así que muchas veces jugaban los tres juntos, Pedrito, Zayra y el Piojito. Un dia Pedrito le enseña a Zayra un nuevo juguete que le llama COOKER y a Zayra le gustaba mucho. Desde ese momento Pedrito esta más con Cooker que con ella.....Zayra se lo dice y Pedrito rÍe rÍe y dice que es el mejor juguete que he tenido nunca. Pedrito tenía el pelo siempre tieso y le llamaban por eso el erizo y también el pelo pincho.


Rosarito era una niña muy dulce. Siempre quiere cortar el pelo a todos los niños que se encuentra por el camino. Todos cuando la ven con la tijera en la mano salen corriendo. A Zayra le gusta mucho que la peine Rosarito. Por eso los chicos la llamaban la pelos y en cuanto la veían decían: cuidado que ya viene la pelos con las tijeras a hacernos los trasquilones que ella tan requetebién sabe hacer.


José María, era el empollón de la clase, siempre estaba estudiando, y le llamaban por eso de mote el Gustavito. La perseguía a Zayra con la bicicleta. Tenía pecas en la cara y le llamaban también el pecoso.


Rosita coge cosas del campo y se las trae a Zayra. Le gusta venir a casa de Zayra para hablar con ella. Era may simpática y por eso la llamaban la “simpa”.


Elenita, era como su alma gemela, buena, dulce y cariñosa, a veces compartían confidencias. Elena, tenía los ojos azules, muy grandes y era muy bella y la llamaban la rusa porque tenía la piel muy blanquita. Era el alma gemela de Zayra. Siempre le contaba sus secretos y por dentro era tan dulce y tierna como lo era Zayra.


Alfredito le gusta mucho coger la bici. En una ocasión se cayó de su bicicleta y le tuvieron que dar nada más y nada menos que catorce puntos de sutura. Como a casi todos los chicos, le gusta mucho Zayra, la no me olvides. A Alfredito le llamaban los chicos El Agradable y en otras ocasiones el profe, porque estaba todo el día dando la vara a los niños y niñas para que aprendiesen muy bien a leer y a escribir


Un día en la clase del cole, la Sor les dijo a los niños que les daría un premio a aquellos que escribiesen el mejor cuento, pero que solo había premio para los dos mejores. Y al llegar a casa ese día no salió nadie a jugar y cada uno se iba inventando lo que mejor le venía en gana. Al día siguiente en clase se leyeron los cuentos y ganaron Zayra y su amiga Paquita.


El cuento de Zayra decía así:



LA SETA DE CHOCOLATE, EL DUENDE Y EL BÚHO:



Había una vez un duende que vivía en una seta de chocolate del bosque.


Cerca de su casa pasaba un río de aguas azules y transparentes. Todas las mañanas el duende atravesaba el río para comprar comida en el mercado del bosque. Le gustaba mucho hablar con sus amigos, el oso carnicero, la nutria pescadera y el lobo panadero.


Un día el duende conoció a un nuevo animal del bosque que había viajado mucho por todo el mundo, era un búho muy sabio.


El duende y el búho se hicieron muy amigos y todos los días se reunían en la casa de chocolate para jugar al ajedrez.


Y colorín colorado este cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez, cierra los ojos y cuenta hasta tres.



Y el cuento que escribió Paquita lo hizo poniendo de protagonistas a alguno de la pandilla, este era de la siguiente manera:



El MUÑEQUITO DE NIEVE:



Había una vez, en invierno, un niño muy travieso llamado Enrique.


A Enrique le encantaba destruir con sus amigos todos los muñecos de nieve que veían, incluso los suyos, un día rompió un cristal intentando romper la cabeza de un muñeco de nieve, y también desde lejos, con una piedra, sus padres le castigaron sin salir de casa una semana.


El penúltimo día de castigo sonó el timbre de su casa y Enrique fue a ver quien era. Eran casi todos los chicos varones de la pandilla: Paco, Juanito, Jose María, Pedro, Pedrito, Manolo, Antoñito y Alfredito. Enrique era el más pequeño.


José María le dijo a Enrique que habían encontrado un muñeco de nieve que hablaba y andaba, Enrique se quedó boquiabierto, y le dijo a su madre que iba a salir un momento.


Y se fueron todos a un prado, que había en el monte. Antoñito, como iba corriendo, se cayó en unas plantas. De repente se oyó un ruido en unos arbustos. Era el muñeco de nieve parlante, el muñeco fue hacia ellos con cara de enfadado, el muñeco vestía con una bufanda, un gorro, una cazadora y unos guantes, el muñeco se acercó a ellos y les dijo.


- ¿Qué hacéis en mi territorio? ¿Por qué me habéis despertado? dijo el muñeco.


- Hola yo me llamo Enrique, estos son Paco, Juanito, José María, Pedro, Pedrito, Manolo, Alfredito y Antoñito.


- Yo me llamo Nieve - dijo el muñeco - No tengo ni amigos ni familiares.


- Nosotros queremos ser tus amigos - dijo Pedro.


Y así fue que poco a poco la pandilla y Nieve se fueron haciendo muy amigos.


Un día por la tarde la pandilla fue a ver a Nieve, pero cuándo llegaron a su casa, Nieve había desaparecido porque ese día había llovido, y el muñeco de nieve se había derretido. Y colorín colorao este cuento se ha acabao. Colorin colorete por la chimenea sale un cohete



Una tarde que estaba reunidos todos los amiguitos con Zayra, decidieron que al día siguiente que era domingo y no había cole, ir todos juntos a hacer una travesura. Pues la cuestión es que muy cerca del pueblo pasaba una vía de ferrocarril, y en la subida que tiene la vía del tren al pasar por los contornos de su pueblo, no se les ocurrió otra cosa que untar las vías con grasa de tocino. Hay que imaginarse en verano, las vías con un calentamiento donde se hubiera podido freír huevos, el tocino se derretía al contacto con el metal consiguiendo un engrasado perfecto de los raíles. Luego se escondían por los robles que quedan en la ladera y a esperar que llegara la locomotora de vapor con su ruido cadencioso y "achocolatado" y llenando ese pequeño valle con una nube de vapor... choco... choco...choco...choco..


Al llegar a la zona del “untado”, la máquina comenzó a patinar, choco chocochocochocochocochoco y vayas risas que se escuchaban de toda la pandilla, qué de risas, hasta uno de los que estaban encaramados en uno del los árboles, de la risa se fue al suelo y menos mal que los robles eran pequeños. Si el maquinista les llega a pillar ese día.... seguro que hoy lo recordarían desde otra perspectiva.


Otro día que Manolo iba temprano al cole, sus amigos vieron que se había cambiado de gafas. Y les decía que ahora iba a ser el primero de la clase porque con estas gafas nuevas veía mejor y así podría estudiar más tiempo. Entraron en la clase, y de repente un chico le quita las gafas, y claro como sin gafas no veía la pizarra le decía que ahora iba a ser el último de la clase.


Enrique que era el que le había quitado las gafas fue expulsado de la clase llevando las gafas de Manolo puestas. Y claro resultó que como Manolo al no llevar las gafas no podía leer lo que ponía la pizarra y le cascaron un cero patatero.


La pandilla se reunía casi todos los días por la tarde después del salir del cole. Algunos tenían que hacer muchos deberes y entonces esos no salían. Una tarde que estaban jugando en la calle, Zayra, Manolo, Antoñito y Juanito, la mamá de Zayra la dice que vayan a la tienda a comprar una lata de tomate. Y se van los cuatro al galope. La tendera tenía las latas de tomate puestos unos encima de otros en forma de torre. Y claro, como los cuatro eran muy traviesos, sucedió lo que tenía que suceder. Juanito cogió el bote del centro y claro se cayeron todas las latas al suelo. Los niños se asustaron y la tendera les mandó poner en orden todas las latas antes de poder ir a sus casas. Y como la mamá de Zayra veía que tardaba mucho tiempo en regresar de la tienda, la regañó y la castigó a ella y a Antoñito una semana sin salir al parque.


Había cerca del pueblo un castillo en ruinas y la pandilla decidió ir un domingo de aventura a aquel castillo. Pero la noche antes salieron de cacería de ranas y cazaron bastantes y pensaron que al día siguiente las llevarían al castillo para que tuvieran allí una nueva casa. Las escondieron en un barreño con agua y al día siguiente toda la pandilla se dirigió al castillo. Al llegar, Zayra , Elenita , Paquita, Juanito y Paco encontraron un lugar un poco hondo donde podrían estar las ranas en su nueva casa. Y ni cortos ni perezosos, lo llenaron de agua a base de traer agua del río, lo que se encargaron los chicos, metieron allí a todas las ranas y se marcharon a casa tranquilamente. Al domingo siguiente fueron a visitar a aquellas ranas y su sorpresa fue mayúscula porque allí no había ninguna rana. Lo que sucedió es que otra pandilla de amigos habían oído decir a Manolo que iban a ir con las ranas, y el día de antes de ir allí la pandilla ellos se adelantaron y les robaron sus ranas. Y de las ranas nunca supieron nada más, porque las habían llevado a una piscina que había en el pueblo de al lado, donde las ranas tenían más espacio y estarían más contentas.


Muchos días los chicos se entretenían jugando a las luchas en un par de colchones viejos, que alguien había dejado alguien por ahí en alguna parte, haciendo de aquello su ring. A veces se ponían unas máscaras de cartón que las habían comprado con algunos ahorros. Y así se pasaban amenas tardes intentando rendir a su adversario y emulando al luchador mas popular del momento. Pero Jose María que era muy travieso resulta que recortó la mejor colcha de su madre para hacerse la tan valorada máscara y obviamente también se hizo una enorme capa para ser el juego completo; la mirada de codicia y de envidia que produjo tal atuendo entre todos los chicos fue un recuerdo imborrable. Su madre completamente enfurecida le dio una tremenda tunda. Para que aprendiesen todos a no tomar las cosas que estaban destinadas para la casa.


En otras ocasiones estaban juntos los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Las chicas jugaban a las mamás y a las comiditas. Paquita era la que preparaba las comidas porque eso era su ilusión de siempre, y Elenita hacía de tendera, para vender, arroz, lentejas y garbanzos. Mari atizaba el fuego de la cocinita, Loli ayudaba a amasar la harina para hacer el pan, y Laura y Mari Carmen estaban en un barreñón lavando las faldas y vestidos de todas las muñecas. Manolita y Juanita barrían la casita y Zayra estaba haciendo unas blusas para las muñecas de toda la pandilla. Antoñita era la planchadora de todos los vestidos de las muñecas. Rosarito era la peluquera , la que peina y corta el pelos tanto a las niñas como a las muñecas. Y Rosita iba al campo a coger la leña para hacer las comiditas.


Por otro lado los chicos se fueron en busca de un tesoro. Pedro decía que hace muchos años había muchos piratas y bandidos que escondían los tesoros debajo de los árboles. Paco decía que su abuelo le había contado que en el pueblo había muchos tesoros enterrados. José María les decía que él una vez había visto a unos extranjeros cavar cerca de unos árboles y encontraron algo y se fueron corriendo Y Antoñito decía que él un día había visto a unos segadores que se encontrón uno y que estaba lleno de monedas de oro y de plata. Pero el día de antes, Enrique había ido a enterrar debajo de un árbol una lata de tomate vacía pero de esas grandes, la había llenado de piedras, la cerró bien cerrada y la enterró. Cuando estaban buscando todos los chicos el tesoro, él les decía que tenía una corazonada de que debajo de uno de aquellos árboles estaría el tesoro. Y fueron buscando y buscando, hasta que Paco, Pedro, Pedrito, Juanito, Alfredito y Antoñito les dijeron que estaban cavando debajo de un árbol y había encontrado algo. Fueron todos corriendo y efectivamente había allí una gran lata de tomate que pesaba bastante. Antoñito les decía que allí había algo gordo porque pesaba mucho. Echaron a suertes a ver quien le tocaba abrir aquel tesoro y la suerte hizo que fuera Manolo el gafotas. Pero no se atrevía de la emoción y le dijo a José María y a Juanito que le echasen una mano, porque aquel tesoro pesaba más de quince kilos. Y se pusieron a abrir el tesoro y.....menuda sorpresa, solo estaba lleno de piedras. Pero al volver donde estaban las chicas jugando solas, las dijeron que habían encontrado un tesoro lleno de monedas de oro, pero que le habían vuelto a enterrar para que cuando fueran mayores se repartirían el botín.


Un día toda la pandilla se adentró en un bosque, y al poco rato encontraron una pared muy grande que todos tenían miedo de saltar porque no sabían lo que se podrían encontrar, ya que había una leyenda en aquel pueblo de que hace muchos años habían desaparecido algún niño y se sospechaba que fue alguien que vino por el bosque el que se lo llevó.


Pero Zayra era muy atrevida y aunque sus amigos la decían que no saltara aquella pared, ella como era muy curiosa la saltó. Y empezó a caminar sola por aquel bosque donde solo se oía el trinar de los pajarillos.


Y andando andando, la pequeña Zayra llegó a un valle dónde había muchas mariposas, volaban de flor en flor y todo lo llenaban de color. El duendecillo del bosque preguntó a una mariposa que volaba cerca de ella.


-¿Por qué estáis tan contentas?


-Esta noche hay una fiesta, la mariposa que tenga las alas más hermosas será la reina de todas nosotras. Una mariposa se acercó, abrió sus alas y muy orgullosa dijo:


Mira, como mis alas brillan a la luz del sol, la elegida seré yo.
Otra dijo: Seguro que no ganarás, mis alas tiene el color del mar y reina me elegirán.


Otra mariposa se acercó y dijo: Creo que ninguna de las dos ganará, mis alas son rojas como las amapolas, yo ganaré y vuestra reina seré. Zayra en silencio las escuchaba y pensaba: Son preciosas, pero muy orgullosas y vanidosas. Había una mariposa que no decía nada, el duendecillo se acercó y le preguntó:


-¿Vas a ir a la fiesta?


-Claro que iré, pero no ganaré.


-¿Por qué dices eso? Tus alas son muy bonitas, tienen los colores de la sencillez y de la humildad, creo que ganarás.


-Seguro que no, nadie se fija en mí, pero estoy contenta y soy feliz. Las alas de la mariposa, tenían los colores del arco iris, y era la más hermosa de todas.
-Es la más sencilla y merece ser la reina. Zayra tocó las alas de la mariposa y estas empezaron a brillar como estrellas, tanto brillaban, que no podían dejar de mirarla y esta mariposa sencilla y humilde fue la que ganó. Zayra se acercó a las otras mariposas y les dijo:


-A veces creemos que somos las más hermosas, pero es la sencillez y la humildad lo que nos hace bonitas de verdad.


Todas comprendieron que tenía razón, y aprendieron la lección nunca más volvieron a ser vanidosas.


Se dieron cuenta de que la reina elegida fue la mariposa que no era presumida. Cuando terminó la fiesta la pequeña Zayra se despidió de las mariposas… y empezó a caminar, por el bosque de la Luz. Allí donde se encontraba había mucha paz, mucha felicidad y mucho amor.


Y allí se encontró al fin Zayra con el hada del bosque que la predijo que cuando fuera mayor, un bello muchacho se enamorará de ella, pero que al pedirla matrimonio ella le debería poner una sola condición: se casaría con quien fuera capaz de hacer un agujero en el agua. Y un buen día encontró a un hermoso y bello muchacho que se enamoró de ella. Y al decir aquello que le había dicho el hada, el muchacho respondió: -Eso es imposible! -dijo el joven. A lo que le contestó Zayra que su hada madrina me ha asegurado que quien de verdad me ame, lo logrará. El enamorado pensó y pensó y anduvo por muchos lugares en busca de una solución. Hasta que llegó a las tierras frías del norte y al ver un lago que estaba helado comprendió que ahí se podía hacer un agujero en el agua. Gracias a eso se casó con su amada y fueron muy felices.


Zayra se despertó de su camita con estos sueños tan dulces. Pero seguramente se cumpliría aquello que le había dicho el hada en esos dulces sueños. Un día, cuando fuese mayor, encontraría a su príncipe azul y se casaría, y ese príncipe azul sería un sembrador, pero un sembrador de sueños, un soñador de versos y que la enseñaría los luceros y las estrellas del cielo. Y los dos un día volarían juntos a una estrella donde él la construiría una cabaña de azahares y de perlas, para vivir por siempre el amor más tierno y más bello y más eterno, y por los caminos del cielo se darían el beso más tierno, mirando los dos al firmamanto. Y él la recitaría esta pequeña poesía:


Eres la princesa de mi cuento,

en mi caballo blanco te raptaré,

te llevaré al castillo de mi montaña
y un zapato de cristal te calzaré.

En un trono tallado de amapolas,
te proclamaré reina de mi querer,
te cantaré una nana para que duermas
y con mi beso de amor…te despertaré.


Y serían felices, y comerían perdices y nos darían a todos con el plato en las narices. Y colorin colorao, este cuento se ha acabao. Y colorin colorete por la chimenea sale un cohete. Y paso por un zapatito roto porque mañana te contaré otro.

1 comentario:

  1. He descubierto tu blog por casualidad en este año, me ha encantado leerte.
    Me quedare por aqui a seguirte y leerte si me lo permites.
    Te invito a mi blog "Debia hacerlo" si lo deseas.
    Saludos Jose.

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