Ahora yo lo recuerdo, era una noche de invierno, había nieve en las montañas, y los árboles al viento crujían sus tiernas ramas, parecían que se acunaran en los sueños de tu alma.
Los arroyos de la sierra, se diría que cantaban, las cigarras parecían todas estatuas de plata.
Yo estaba junto al arroyo, viendo sus espumas blancas, estaba junto a mi musa que venía tocando el arpa.
Mi musa eras tú, mi amor, que te presentaste al alba, tus labios pintados de oro, y tus collares de nácar.
Dame tu arpa mi amor, que te voy a tocar baladas, baladas tiernas de amor con sonidos de guirnaldas.
Y te dormirás conmigo mientras cantan las calandrias, verás tocar a mis dedos todas las cuerdas de tu arpa.
Ya tocan a medianoche, mi amor, ya viene la luna clara, quédate conmigo mi niña, yo no quiero que te vayas, pero si un día tú te fueras, yo te mandaré mis besos entre las luces del alba, porque tu alma y mi alma se aman junto a las estrellas claras, y te daré mi ternura mientras cantan las calandrias...
El viento, cuando mece las ramas las acaricia como si tuviera alas.
Dirás, que no te acaricié nunca, pero es que mi amor tu sola presencia es una caricia alada, sin ninguna ausencia, es y será para mí siempre una caricia eterna.
Todo es caricia en ti, y cuando en ti pienso, te acaricia también mi corazón y mi pensamiento.
Tus dedos y mis dedos se dieron tantas caricias, que las llevo por siempre en mi recuerdo escondidos.
Pero todo mi amor, todo en realidad son sueños, y los sueños se terminan cuando llega el nuevo día, al alba mueren, y en las noches, ocultan los desengaños y reproches.
La vida es un sueño breve que se muere al final igual que un sueño se pierde.
Algún día, mi amor, cuando llegue al final de mis días disfrutaremos los dos eternamente de nuestros sueños siempre llenos de alegría.
Mi amor, ya se acaba el día y mis sueños ya se desvanecen, porque me tengo que ir donde los luceros brillan junto a las estrellas por siempre y eternamente...
No quiero irme sin decirte que siempre te he te amado, no quiero irme sin decirte que siempre te he soñado.
No quiero irme sin dejar plasmado que el brillo de tus ojos siempre me ha enamorado.
El azul del cielo también ha llorado cuando tus dulces besos besaban mis labios esperanzados.
Pero es tu alma mi amor la que siempre estaba buscando, ese alma de sueños mi amor que siempre me dejaba vibrando.
Siempre te seguiré amando, porque aunque un dia me vaya, nuestras almas mi amor se seguirán enamorando, igual que como aquellos que todavía es este mundo se siguen y se seguirán amando...
Era una tarde de invierno, hacía frío en la plazuela, una niña mendigando con sus manos casi muertas, con los vestidos roídos y en la cabeza unas trenzas, sin temor a la nevada que caía en la plazuela, en un gran escaparate la niña pobre contempla una preciosa muñeca.
Un dependiente la increpa: vete niña de mi puerta, ¿no ves que no dejas paso a mi ilustre clientela?
Déjeme señor mirar a esa linda muñeca, ¿puede por favor decirme cuantas pesetas me cuesta?
Vamos niña, vete ya, que estas manchando mi puerta, esa muñeca te cuesta ciento cincuenta pesetas. Eso es muy caro señor ya vendré cuando yo pueda.
La niña se fue llorando, bajaba triste la cuesta, como no fuese un milagro que dios hiciera con ella nunca podría comprar esa muñeca tan bella.
Le increpa a un transeúnte: señor, déme una limosna vivo en completa miseria, llevo días sin comer y me duele la cabeza.
Que pena de algunas vidas, como me das tanta pena te voy a dar de limosna ciento cincuenta pesetas para que cenes caliente, y duermas a pierna suelta...
Muchas gracias buen señor, que dios se lo devuelva a espuertas, que dios le de muchos bienes y luego la vida eterna.
Hay veces que dios ablanda a los duros corazones, y si miramos despacio cada dia hay milagros por todos sitios y rincones.
Y apretando con su pecho aquellas ricas pesetas se fue corriendo a comprar aquella bella muñeca.
Al dia siguiente en el barrio, todo el mundo lo comenta: sentada en una escalera ha aparecido muerta una niña misteriosa abrazada a una muñeca...
Por la ventana abierta de tu alcoba, se metía la luna de un verano, una ráfaga movía las cortinas, y ella sentada en el piano.
Las teclas de ese piano relucían y en el centro el ramo de unas rosas, su mirada era tierna y sonreía y su blusa era blanca y vaporosa.
Yo estaba detrás de ella, era como un dulce sueño, llevaba una flor en el costado en su chimenea ardían unos leños.
Y sus manos tocaban suavemente todas las teclas del teclado: “se nos murió el amor, de tanto usarlo...”
Yo recordaba aquel viejo poema: Los jardines se mueren de frío; en los largos caminos desiertos no hay rosales cubiertos de rosas, no hay sonrisas, suspiros ni besos.
Sentí que mi corazón algo allí se moría, y no pude cantar suavemente aquella suave y triste melodía...
Cuanto silencio quedó en mi alma, cuantas caricias y recuerdos, cuantos amores se van para siempre.... en las noches sin brisa y sin sueños...
Ha pasado mucho tiempo pero yo me recuerdo todavía de su encanto y su nombre verdadero, pero para hacerlo poesía la llamaré simplemente Ana María.
Ella era una chica cariñosa y seria, de tez pálida y sonrisa sombría, al volver una tarde del colegio me dijeron que murió sin haber tenido una agonía, y mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar su cara y su sonrisa... no pudimos tener ni tan siquiera una despedida...
Eramos muy amigos en secreto, por eso imagino con certeza que murió recitándome unos versos y soñando con mi nombre en sus pupilas. ella era para mi la mejor amiga, y solamente tuve con ella una relación de amistad y fantasías...
Yo la recitaba poesías y hablábamos de gaviotas y golondrinas... la conocí un día de primavera en el pueblo donde yo vivía, ahora ya en ese pueblo de mis sueños solo quedan barbechos y cenizas.
Eramos muy amigos, ella era algo triste y pensativa, y yo la llamaba siempre por el nombre de simplemente Ana María.
Quizá alguna vez la haya besado, quien es el que nunca haya besado una tarde a una buena amiga, pero yo la daba besos en silencio sin saber bien lo que yo hacía...
Aunque si que reconozco que me gustaba su sonrisa y su amable y alegre compañía.
Era una chica con mucha energía, y ahora que ha pasado tanto tiempo seguramente yo ya la quería. todavía aun lo recuerdo que muriera recitándome unos versos y con mi imagen en sus ojos y pupilas.
A veces pienso que es mejor que esté en su tumba dormida que no viviendo en un mundo traicionero, que muchas veces vale menos que una hoja del árbol ya caída.
Hoy escribo estos versos en una primavera, cualquier día, y a mi me gustaría irme un día con ella, escribiendo y recitando poesía.
Mi memoria todavía se recuerda de las cualidades que ella tenía, y se marchó para siempre en su silencio como una golondrina fugitiva.
Con el tiempo quizá cualquier día la olvidaré lentamente sin saberlo, como se olvidan las cosas de la vida... pero en mi corazón estará siempre muy presente y viva...
Por caminos silenciosos de mis sueños. donde viven las rosas y los lirios, por praderas de jilgueros y amapolas va viviendo el sueño mío, son mis sueños que se acaban en las flores y las rosas del camino.
Allí en medio estabas tú mi amor como diosa en eterno paraíso, y cantabas canciones de alegría a las rosas, amapolas y a los lirios.
Las nubes del otoño limpiaron de nubes el sendero. solo se oye el silencio de las pequeñas casas del pueblo.
Las fuentes están secas, solo se oye el silencio, un pequeño ruiseñor vino a darte un beso, pero sigue el silencio más profundo, y mi corazón en ti bien dentro... Pero yo repito tu nombre y el amanecer me dice que no te conoce, y no sabe todo el frio que dentro me corroe.
Ya no eres para mi ni sombra ni horizonte, ni lucero en el cielo, ni flores del bosque, pero yo siempre te llamo y grito tu nombre.
Pero sé con certeza que ya nunca volverás aunque mis ojos lloren, pero el aire y las flores cuando yo te llamo a gritos ellos repiten tu nombre...
Te creíste haberte sentado en mi vida pero es que nunca te sentaste, jamás, te creíste haberme amado en un instante, pero nunca me amaste, jamás, fíjate que contraste tan grande porque yo sí que era carne de tu carne y te amaba muchísimo más.
Soñaré con tus ojos de espuma, soñaré con tus pechos de coral, tú pensabas que mis labios ardían, pero es que tú nunca me besaste, jamás.
Quizá cuando otro te diga al oído, frases bonitas como la de un amante, que siempre se dicen estando en al mar, yo estaré soñando contigo en silencio queriéndote como no te han querido jamás...
Te seguiré amando en silencio porque yo no me iré con otra, jamás, quizá algún día tú sueñes conmigo aunque sabes que ya será tarde, y que posiblemente te arrepentirás
Y si un día me encuentras muy triste por no haber tu amor podido alcanzar, y una lágrima se escapa de mis ojos porque para mí eras mi sirenita de mi mar, te diré, ha sido el viento, daré media vuelta, me iré a la orilla del mar pero en realidad fue por tu amor, y eso tú no lo sabes aunque nunca jamás eso lo sabrás...
Por más que quiera intentarlo, nunca lo consigo, porque siempre quiero beber de tus ojos infinitos, aunque sé con certeza, que si volviera a tu nido, ya todo sería distinto.
Tus miradas, tus sueños, tu candidez y tu cielo, me amabas con tal ternura como si fuera un lucero.
Nunca olvidaré aquel beso en los orillas de un rio donde viven las estrellas y beben de tu dulzura los luceros.
Quisiera volver a nacer para recorrer juntos caminos con las manos apretadas, besarnos en los sombríos, y volver a amarnos mucho como era en el principio.
Tú eras mi paraíso, donde casi nunca llueve, tenías el alma de un ángel, tan blanca como le nieve.
Por eso yo te quería tanto, pero a nuestro amor, un día le llegó la muerte, ya nunca podré escuchar el rumor del agua cuando en mi alma llueve.
Por más que quiera intentarlo, ya no puedo conseguirlo, porque se han roto los hilos que nos tenían unidos...
Ya nunca volveré a verte... mi amor...quedate conmigo... quedate para siempre...
(A una soñadora princesita de Tucumana: Isabel Ferrari )
No estabas sola, no había nadie, solo nosotros dos junto al mar y las olas, y cantando las calandrias junto a las rocas... parecía una eternidad llena de fuego y de sombras.
Rocé tu cuerpo con mis dedos, rocé allí todas tus formas, eras como una melodía, eras un beso en mi boca.
Tú parecías una reina, estabas majestuosa, eras como una sirenita con una cola preciosa.
Bebimos juntos los dos, las estrellas gota a gota, sorbo a sorbo nuestro amor junto a un nido de gaviotas.
Estábamos abrazados, esperando a la aurora, y nos fuimos caminando hasta el reino de las olas.
No sé si estaba soñando, te ví entre las gaviotas, allí eras la princesa. eras tú la más hermosa.
Mis manos habían recorrido muchos tramos de las olas, ya solo me quedaban ahora, sueños y cenizas en mi memoria...
Hay veces que el amor pétalo a pétalo se agota, tú te marchaste volando entre las alas de las gaviotas.
El mar se quedó sin nosotros, y yo me quedé inmóvil, abrí muy grandes mis ojos, te paraste en un valle hondo, como agua que se refleja en el fondo.
Ahora yo te recuerdo, todo fue como un misterio, y en la noche alentadora, noche de magia y aromas, yo recordaré aquel día que nos amamos los dos a la luz de las antorchas...
Los lunares de tu cara y de tu cuerpo, la sonrisa de tus labios, la forma de tu pelo, tus preguntas indiscretas, la ternura de tus besos en mis ojos negros.
Ser yo el sol, y tú la abeja, tú el frescor y yo el misterio, tú la flor. de mi primavera, yo el cantor, tú mi voz y yo tu anhelo, tú mi ave, yo tu cielo, tú la sierra, yo el jilguero tú la tierra yo el sendero, tú mi pozo, yo el caldero. Tú el amor... yo el silencio... y...yo la lluvia en tus labios tiernos...
Cuando me despedí de ti... llovía, y la luna ya salía. me quedé solo y triste como se quedan los amores en una tarde de invierno muy fría.
Estaba lleno de recuerdos, de penas y alegrías, aun recuerdo aquella poesía que yo te recitaba aquella tarde tan fría.
Nuestro amor era como ese ciprés que cuando está abatido se inclina, todavía me sigo acordando de nuestras historias sin poesía.
Te seguiré esperando al amanecer, hasta que el día nazca, te esperaré guardando mis versos, mi amor, mis caricias y mis esperanzas...
Mis besos recorrerán tus sueños que viven en una nube de colores, para llenarte de amor y de caricias porque eras el amor de mis amores...
Hoy la lluvia me trajo el recuerdo de tus sonrisas, de tus tiernas miradas, y de las más dulces caricias que llevaste a mi alma aquella noche tan fría...
Y te sigo viendo en mis sueños con esa esperanza nunca perdida...
La vida es un camino de rosas y espinas, que a veces nos hieren y a veces nos calman, y otras veces embellecen las luces de nuestra alma.
A mí ya no me duelen las espinas clavadas, porque sé que al final habrá una aurora blanca, donde nacerán mil rosas en mi cabaña y al alba.
Y en el jardín de tu alma al calor de tus miradas, nacerá como una perla una rosa blanca, blanca, entre el calor de los sueños en un lecho de escarlatas... que regarás cada día con las lágrimas del alba..
Rosa blanca, rosa blanca, si por azar de la vida yo me marchara mañana, y tengo que marcharme lejos del calor de tus miradas, siempre yo te llevaré conmigo, siempre estarás en mi alma, y te abrirás cada dia a la salida del alba...
La niña de Nicaragua duerme en la calle, no tiene ganas de vivir, no tiene a nadie.
El mendigo de la esquina le cuanta cuentos que la hacen sonreír, los escucha con atención hasta llegar a su fin.
La niña le pregunta que cual es su nombre, el mendigo se calla y nunca la responde.
Oye mendigo, le dice la niña, ¿porqué ayudas tanto a los pobres si tú eres mendigo y eres muy pobre?
El mendigo la responde que el mismo Dios era pobre y ayudaba también a los mendigos y a los más pobres. ¿Y si yo fuera Dios disfrazado de hombre?
La niña se hizo mayor, y se fue a vivir a un asilo, a partir de entonces no volvió a ver al mendigo, pero siempre recordaba sus cuentos, era su mejor amigo. Y recuerda aquellas palabras que un dia le dijo el mendigo:
Las gentes que se mueren, siempre están vivas, porque después de esta vida, hay con seguridad otra vida, y al reino de Dios solo entran, los que son niñas como tú, nunca dejes de ser una niña...
Era una tarde, sí...era una preciosa tarde cuando me dio su último beso en aquel banco del parque.
Hoy he venido, y me he sentado en aquel banco del parque y he sentido su calor y sus besos celestiales.
Una voz dulce y tranquila me iba diciendo en voz baja: este es el sitio, seguro, donde ella se sentaba.
El cielo se puso gris, y en aquellos manantiales donde nos amamos tanto cuando caía la tarde, ya no beben las calandrias ni se aman los amantes.
Ayer, ella se marchó, y entre las rejas del parque, crecieron rosales blancos que perfumaban el aire, el eco de su silencio era como un fuego que arde.
Al despedirse de mí, yo me marché de aquel parque, me dijo adiós con el aire y la ví a ella alejarse.
Cuando una puerta se cierra, y el otro se marcha alejándose, a alguno el corazón se le para y se le parte.
Las flores están dormidas, y el silencio de los árboles se acunan entre los soles que van tiernamente dorándose.
Ahora sus besos estarán seguro en alguna otra parte, y sus sonrisas de amor, serán para otros paisajes.
Cruzará otras campiñas, otros ríos, otros valles, y estará con otro amor en el banco de otro parque.
He besado hoy a la noche, y he escuchado en el aire decir mi nombre y sus risas que me parecen distantes.
Hoy tengo al alma dolida, y al escuchar hoy sus risas, parece que la estoy viendo en mi corazón dormida...
Por las noches hablo a la luna que está llena de azucenas, cierro mi ventana y sueño... que tal vez...aun me quiera...
Era una noche de invierno, te marchabas sin requiebros, era imposible lo nuestro, y no nos entendíamos éramos como un secreto.
Cuantas cosas nos dijimos antes de empezar lo nuestro que creíamos sería eterno, eran cosas tan bonitas que era imposible creerlo, era como una fábula hermosa en las entrañas del tiempo.
Era invierno, caía la tarde, ahí te conocí en el silencio, estaba ya anocheciendo y hacia un frío insoportable estábamos en invierno...
Y casi desde allí nos fuimos a vivir un sueño, y así lo comenzamos... pero pronto en un suspiro se nos murió aquel sueño.
Te volví a ver, y hablamos, te insinué comenzar de nuevo, pero nuestro amor se nos estaba muriendo... nuestro amor se nos murió aquella noche de invierno... allí se fue la ternura allí se murió lo nuestro...
Sentada en el quicio de una ventana, lo mismo en verano que en el invierno, una joven rubia con trenzas en su pelo, espera cada tarde rezando en silencio ver pasar a los pastores que caminan entre nubes de polvo sonando cencerros.
La joven se fija en un chico rubio, de cara redonda y pelos al viento que siempre o casi siempre se viste de negro y lleva liada una bella bufanda en su cuello.
Ese pastorcillo de cara risueña mira a su ventana y la lanza requiebros, y la chica rubia se mete hacia dentro, y sale de nuevo cuando los pastores ya se encuentran lejos, muy lejos.
Ese pastorcillo, de cara redonda y pelos al viento, pasta sus ovejas por los arroyuelos, cuando cae la tarde, viene de regreso y mira a la chica de trenzas riendo, y cuando la mira con sus ojos negros la joven sonríe y reza en silencio, y dice despacio, mi amor yo te quiero.
Han pasado meses, ha pasado tiempo, y los pastorcillos bajan en silencio, hoy no viene con ellos el otro pastor de cara risueña que siempre llevaba los pelos al viento.
Era una tarde lluviosa de invierno, parece que las campanas tocaban a muerto, y pasan los pastores sin sus rebaños vistiendo de luto y en sus hombros, un féretro, faltaba el pastor de cabellos rubios, sin duda era el que estaba allí dentro.
Vienen detrás de ellos todo el cortejo, todos los viejos que habitan el pueblo acompañan al muerto con profundo silencio, y el señor cura canta los cánticos que se les dice solo a los muertos. Detrás y rezando van todas las viejas acompañando a este lúgubre cortejo.
Han pasado muchos años, apoyada en el quicio de aquella ventana por donde pasaba su pastor tan bello, una ancianita de blancos cabellos, encorvado el cuerpo y manos de huesos, todavía espera al pastor de sus sueños...
Y cuando pasan de nuevo los pastores con sus rebaños y sus cencerros, como vienen haciendo desde hace tanto tiempo, reza cada día tres padrenuestros por aquel pastor de los ojos negros, de cabellos rubios y pelos al viento... y dice despacio: todavía te quiero...
Ya no le volverá a ver nunca, pero su alma le sigue queriendo... para ella el amor es y será eterno, y se juntará con él algún día, cuando viaje hasta el mismo cielo...
Recuerdo aquel día, un día de viento y grisáceo, hacía mucho frío, el cielo estaba nublado, la primavera en camino, y las primeras flores parecía que estaban brotando.
Los rayos del sol, despertaban a los lirios blancos que embriagaban de perfume a todos los valles y prados.
El silencio se oía por todos los campos, ella estaba triste y recogía las flores que encontraba a su paso.
Me parece que ya no me quieres, me dijo llorando, me parece que me has olvidado.
Sus tiernas palabras, me dejaron temblando y pensando, yo estaba confuso, yo estaba algo raro.
Un suspiro de niebla venía sonando y volando, parecía que era una canción con sonidos extraños, ella se puso a llorar y mis ojos se quedaron llorando.
Pero quiero que sepas que yo todavía te amo, me dijo ella con las manos temblando, te amo y te amaré aunque me pase la vida llorando, te amo aunque ya no me quieras, ya no quiero amar a un extraño.
No sabía lo que decir, yo sentía un dolor amargo, ese amor para mí estaba muerto, y me quedé callado, ya no podía seguir amando.
La di un beso de amigo, la besé sus dulces labios, y ella me besó llorando, la cogí de sus dos manos y sintió que mis lágrimas a sus manos las estaban mojando.
La noche somnolienta también venía llorando, y mi alma se quedó, cubierta de hielo y de espanto.
Las hojas de un árbol caían en aquel campo dorado, y las estrellas relucían en aquel cielo tan mágico.
En los árboles mudos, ya no cantaban los pájaros, las lágrimas de mis ojos en el silencio se iban derramando, y en las praderas y páramos, también lloran en silencio todas las flores del campo...
Creíamos que nuestro amor sería siempre eterno, que nunca sería derruido por ningún fuerte viento, y caminábamos contentos, abandonábamos pueblos, íbamos amándonos a campo abierto y en secreto.
Juntos los dos, construimos nuestro reino, y por la noche bailábamos con el calor de nuestro fuego, yo sería tu dueño, tu rey, tú serías mi reina, mi sueño.
Nos creímos los dueños del mundo, todo era precioso como los sueños, tú serías la reina de mi reino, y yo sería el rey de tu reino.
Pero he aquí que una mañana despertamos de nuestro sueño, y alguno de los dos buscó otro sendero, y se fue a buscar otras montañas por los senderos más viejos.
Ahora cada uno, de nuevo, retornaremos a nuestro pueblo, a sus empedradas calles, a los surcos y barbechos, a continuar ya para siempre destronados de nuestro reino...
Cuando tengas el alma herida y los recuerdos no te dejen vivir, deja a ese amor partir, y si aun permanece en tu alma y ya no tiene ningún fin, déjalo muy pronto ir, coge tus amapolas del campo y con ellas intenta huir.
Cuando tus sueños ya sean fugaces, y sean sueños sin poder sentir, haz como las hojas del otoño, que con una ráfaga de viento se las ve por el aire partir.
Cuando un amor te haga sufrir, déjalo pronto partir, porque ese amor es frío como el hielo, aunque para ti se parezca a una bella luna del mes de abril.
Es posible que sus besos supieran a aromas de jazmín, pero en su alma vacía no sonaba ningún violín.
Vístete con tejidos de plata y vete de nuevo a tu estrella a vivir, porque donde tú vivías solo había amores con olores de jaras, amapolas y jazmín.
Ha pasado mucho tiempo, pero al fin yo ya te veo, tienes aires de tristeza y en el espejo de tus sueños vas ahogando tus sentimientos.
Te he visto en nuestro jardín, donde nos dimos el primer beso, entre olores de albahacas y las flores de romero, parecía que tocábamos hasta el mismísimo cielo, nos hablábamos con los ojos, no teníamos ningún misterio.
Juntamos nuestras dos almas, estábamos felices y contentos, y al recordar todo esto he intentado varios días escaparme del cementerio, para decirte que aun te quiero, pero al pasar por la puerta no me dejó el sepulturero.
Todas las noches paseo entre los cipreses eternos y desde allí yo te mando mis anhelos y recuerdos.
Vive contenta mi amor, no arrugues más el ceño, yo siempre te amaré, cariño, aunque mi cuerpo se haya muerto...
No llores, por favor, no me llores, ni me llames con nostalgia, porque mi cuerpo es ahora huesos y carne putrefacta.
Recuerda mis sonrisas, no me olvides en las madrugadas, ni en las lluvias de otoño que refrescan al alma por las mañanas.
La bella luna se refleja sobre las tranquilas aguas, vestía de color rosa con las enaguas de plata... parecía que acariciaba con su ternura el mar, las olas y a todas las aguas.
Dime luna, ¿tienes sueños?, ¿tienes días de nostalgia?, tú que conoces los mundos, ¿viste mariposas malvas?.
Tú que alumbras por las noches, noches de magia y de escarcha, ¿has visto muchos amores que igual que las nubes... pasan?
Tú que siempre por las noches, parece que bailas y danzas, ¿has visto muchos amores que a veces ya no se aman?
Muchas noches yo te miro, y con tu boca me hablas, me miras con esos ojos que me alegran siempre mi alma.
Ya no sé si eres mujer o solo luna de nácar, porque siento por las noches unas caricias muy blancas.
Dime luna, ¿tú que eres? ¿eres mujer en el cielo? ¿tienes ojos de esmeralda? ¿o eres solo un reflejo en las más tranquilas aguas?
Miro a la luna y la digo a veces tristes palabras, y en noches de luna llena salen abundantes lágrimas...
Yo dejé en mis labios sabores de esperanza, para que fueran tuyos, para que los besaras, pero tú no viniste cuando yo te esperaba.
Tu boca sabe el secreto de las noches estrelladas, y tus manos el temblor de las caricias marchitadas.
Deja que cierre mis ojos, en esta noche de almohada, quiero volcarme en tu pecho igual que si fuera jarra, para que apures el vino de mi pasión ignorada.
Negro tu rostro de noche y de sonrisas de estrellas, negro tu rostro de noche con ojos de luna llena.
Ven conmigo de la mano por las sendas del querer, dame la miel de tus labios que me la quiero beber.
Yo dejé en mis labios sabores de esperanza, para que fueran tuyos, para que los besaras, pero tú no viniste cuando yo te esperaba...
Amanece, en mi alma amanece, siempre esperando el bello y tierno amanecer, madrugada en mi alma... en mis sueños, en mi ayer... es siempre al amanecer, yo busco en mi almohada tu esencia de tierna mujer, siempre esperando al amanecer...
Eternas madrugadas, eterno amanecer, ya se marcharon los fantasmas del ayer, esos besos que no tuve siempre los recuerdo en el amanecer.
Pero yo guardé para ti en un bello amanecer mi alma y mi amor que tu no los quisiste en aquella tarde de ayer...
Sé que volverás quizá en un amanecer para sentir ese amor y fundirme contigo después...
Éramos casi unos niños, ya éramos adolescentes, el amor era tan fuerte que ningún viento podía ya moverle.
Era como una música que suena en el campo agreste, parecía que sus melodías viniesen de un cielo celeste.
Poco a poco nuestro amor fue creciendo y se hizo fuerte, tenía unas grandes raíces, era como un árbol silvestre.
Pero un día llegó el otoño, cayeron las primeras nieves, y aquél árbol que era tan fuerte, otros vientos ya lo mueven, ya no lo acunan como antes cuando el amor era tan fuerte.
Nuestros recuerdos quedaron, donde el tiempo se hizo muerte, allí quedó nuestra juventud en el silencio perenne.
Nuestra juventud cantaba al amor, al amor con sus ramas verdes, pero ahora se fue a parar donde en el tiempo se duerme.
Ahora es otro amor irremediablemente, fue un tesoro destruido quizá ya para siempre.
¿Recuerdas cuando jugábamos por la alameda de chopos donde nos dimos el primer beso? ¿No te acuerdas de nuestros gozos, de nuestras risas junto a aquel pozo y de las llamas de nuestros ojos?
Quizá un día la primavera le vista de nuevo de color verde, y tu ternura y la mía de nuevo quizá le mecen...
Te conocí en una playa, un domingo por la tarde, tu cara tenía magia, ibas vestida de encajes, tus ojos eran tan grandes que parecían dos corales.
Tus labios eran dos flores de terciopelo y granates, se veían tan brillantes que parecían dos diamantes.
Cogí tu mano, gitana, cinco rosas suaves, suaves, eran tus dedos, gitana, como un milagro en la tarde.
Te cogí por la cintura, gitana, llena de encajes, y rezamos a la Virgen Virgen de las soledades.
Esa tarde me besaste con tus labios de rosales, y yo te besé los tuyos con aromas de azahares.
Yo te contaba mis penas, y tú a mí tus soledades, y me dijiste gitana que tenías muchos males.
Siempre te amé, mi gitana, con un amor siempre grande, nos amamos en silencio ¿recuerdas?, cuando caía la tarde.
Tus besos eran muy suaves, allí en aquellos pinares, fueron los mejores besos que conocí en una tarde.
Un día te fuiste muy lejos sola con tus soledades, y me dejaste dolido cerca de unos manantiales.
Te quise mucho, gitana, como no te quiso nadie, te entregué mi corazón de nácar, seda y de sangre.
No volveré nunca más, a aquella playa tan grande donde yo te conocí un domingo por la tarde.
Y es que ha ocurrido, gitana, que en este mundo cobarde, ya no eres como eras, mi gitana, ya no eres como antes, cuando yo te conocí en la más hermosa tarde.
Te extrañaré, mi gitana, te extrañaré y tú lo sabes, sobre todo aquellos besos que sabían a azahares...
Voy a pintarte un cuadro con un pincel de terciopelo, voy a retocar tus labios con los suspiros del viento.
Voy a colorear tus ojos de un color azul del cielo, para brillar como el sol y te envuelva de misterio, para llenarte de amor en una noche de sueños.
En tu boca unas palabras que digan un sí te quiero, en tus labios la sonrisa del amor que nos tenemos.
Hoy quiero darte ese cuadro, porque yo sé que mañana, a la salida del alba, partirás veloz y rauda, y siempre recordaré todo ese amor que contagias... cuando te vea partir... oiré tu adiós con mi alma...
Voy a extrañarte mi vida, voy a extrañarte mi alma, voy a acariciar tu piel con las guitarras del alba, para poder recordar que era a mi a quien amabas, ¿qué haré yo ahora sin ti? ¿qué voy a hacer si tú me faltas?.
Voy a extrañarte mi cielo. no sé que hacer, qué decir, me faltan muchas palabras para expresar que contigo se fueron mis esperanzas.
Si algo conservas de mi, algo que a ti te alcanza, nunca lo dejes morir, para soñar... que un día a mi me amabas...
Tal día como hoy, hace ya muchos años, te encontré un atardecer sentada en ese banco, haciendo barquitos de papel, en ese banco de ayer, sí...era un atardecer yo lo recuerdo muy bien.
Llevabas una carpeta, y un jersey escocés, yo dibujaba tus ojos en un trocito de papel.
Entre las clases de historia, y las clases de inglés, nos dijimos que nos amaríamos escribiéndolo con letras grandes en otro trozo de papel.
Dibujamos dos corazones, uno del derecho y otro del revés y nos fuimos a jugar juntos, con los chicos al traspiés.
Nos hicimos mayores, tuvimos que crecer, y en mis noches de vela y mirando a la luna yo te dije que te amaré.
La vida nos separó, nuestro amor no pudo ser, pero siempre te recordaré sentada en ese banco de ayer haciendo los barquitos de papel.
Hoy encontré en un saliente, los versos que me escribiste una noche que me dijiste que amabas locamente.
Pero muy seguramente, hoy estarás navegando con tus barquitos de papel con otra carpeta grande y otro jersey escocés.
Cuanto no daría hoy yo, por ir otra vez contigo a aquellas clases de inglés, para escribir juntos de nuevo dos corazones unidos en un trozo de papel.
Sumergido entre mil dudas, con todo mi sufrimiento, esta noche voy a dormir entre los brazos del viento.
Y soñaré con tu amor, y soñaré con el viento, y te daré todo mi amor... parece que te estoy sintiendo...
Te escribí un poema y me vino de regreso, ese poema murió en los labios de tus besos, nunca tuve una respuesta, fue preso de tu silencio.
Te lo volví a enviar en una carta lacrada, y la carta no llegó, se perdió una madrugada.
No pudo ser enterrado porque no hay cementerio para los versos que mueren siempre solos y en silencio.
Quiero buscar el poema que una tarde se murió en los labios de tus besos, pero no lo encontraré porque tú lo has enterrado en la sombra de tus sueños que guardan tus pensamientos.
Quizá se haya ido al mar y estará entre las olas, o quizá esté dormido dentro de las caracolas.
Hoy me queda la amargura del porqué no lo leíste cuando te envié la carta una noche que te fuiste...
Si algún día te preguntan, quien fui o quien era yo, responde que era armonía, diles que también fui amor, que fui amigo del alma de todos a los que él amó.
Que fui mañana o fui noche, con luz y con resplandor, que fui cigarra y libélula para cantar y volar con todos los que él amó.
Pero si otro día te preguntan quien fui o quien era yo, diles que me enamoraba la ternura y el candor de las mujeres sensibles, de las que me daban calor.
Y si otro día te preguntasen, de nuevo quien era yo, diles que fui un poeta con alma de soñador, que me hubiese gustado ser tan tierno como es tu amor, con alas de ruiseñor para poder volar siempre a la casa de tu amor.
Diles que a veces soñaba y que lloraba de amor, que me gustaba el amar y soñar con el amor.
Pero si insisten en preguntar todavía quien era yo, diles que los poetas acunan la vida con amor, como las olas del mar a una embarcación, diles que los poetas nunca mueren solo dejan de soñar porque yo era un soñador...
He olvidado los arco iris de colores, las mariposas volando, porque nunca contigo los ví.
He olvidado, el nombre de todos los recuerdos y de todas las sensaciones que siempre te dí.
He olvidado, el sabor de los besos robados, que jamás los robé porque no me atreví.
Son los sueños rotos que siempre yo sentí, porque tú siempre te apartabas de mí.
He olvidado, el timbre de tu voz al decir un te quiero, porque nunca contigo lo oí.
He olvidado, la sensación de una caricia tierna, que nunca salió de ti.
He olvidado también, los momentos y recuerdos que pudimos pasar juntos, y de aquellos sentimientos, pero nunca los sentí.
Son los sueños rotos, de un amor que pudo ser, fantasías de un alma que hizo todo lo posible para que pudiera haber sido o ser, pero que la final no pudo ser.
Un alma que sufría en silencio por un amor tan escurridizo como un pez...
Si un dia me extrañas. si notas mi ausencia, búscame en mi casa, búscame en la esencia.
Búscame en los rios, búscame en la playa, vete un día al parque y espérame en el banco donde me sentaba, y en aquel otro sitio donde tú bien sabes que yo me ocultaba.
Quédate en mi cuarto y usa mis sábanas, duérmete en mi cama usa mi almohada.
Si un día escuchas música, pon esa canción que sabes que a mí tanto me gustaba, usa mi perfume, riega bien mis plantas, léete mis libros en las madrugadas.
Deja que tu alma se junte con mi alma allá en una nube a la salida del alba.
Si un día yo me duermo, y nunca más despierto, piensa que todo es y será solo un sueño, y que te esperaré para recitarte mis versos junto a las estrellas, junto a los luceros.
Pasé por la larga calle, aquel era el balcón, allí estaba aquel nido de unas palomas blancas, que ahora está roto y vacío, porque se fueron a vivir a las orillas de un río.
Cuando ella se vino conmigo, todo lo cambió de sitio, le dio color al balcón, le dio calor a mi nido.
Puso una maceta blanca en el medio del pasillo, donde muy pronto nacieron lirios blancos y amarillos.
Luego volvió con un gato que era despierto y muy vivo, que le mimaba a diario como si fuera su niño.
Limpió muy bien el balcón. que estaba sucio y dormido, y colgó un cuadro de flores que alegraba hasta el estío.
Una noche que nevaba quiso quedarse conmigo, y me pidió ella permiso para mudarse ahora mismo.
Le dí un abrazo y un beso entre medio de suspiros, y nos fundimos los dos en un ambiente de frío.
Era mi mejor amiga, compañera de fatigas, y paseábamos juntos las tardes de los domingos.
El mundo seguía su curso, parecía que la vida se hubiese detenido en ese instante mismo.
Recuerdo que un dia, un dia que era festivo, un día de mucho frío, subí al trote la escalera hasta llegar a aquel piso, para darla la noticia que al fin nos casaríamos en la fecha que ella quiso.
El piso estaba vacío, ni una nota, ni una carta porque nada me había dicho, solo el olor y el perfume de sus preciosos vestidos, noté que estaba allí el gato solo y medio dormido.
Un soplo de sangre helada quebró mis cinco sentidos, la llamé, no contestaba, salí al balcón y dí un grito, se había marchado a otro sitio y me dejó malherido.
Rompí el tiesto de las flores, de aquellos lirios tan lindos, cerré los ojos y quise volverla a ver en su sitio.
Pero ella allí no estaba, y mis ojos al abrirlos me dijeron que es que ella de allí ya se había ido.
Recogí algunas cosas, al gato y los lindos lirios, y me marché cabizbajo abatido y confundido.
Allí quedaba el balcón, allí quedaba mi nido, solo me queda el recuerdo de un gato que se encontraba desesperado y perdido.
Somos dos sombras vivientes que rondan el edificio... y yo.... yo sigo siendo el mismo...
Quizá algún día puedas beber otros lindos labios, pasearte por los puentes, quizá algún día puedas beber en mejores fuentes y acariciar con tus manos cuerpos desnudos e inertes.
Podría ocurrirte que un día, sueñes un poco conmigo embriagándote tu cuerpo con un olor cálido y limpio.
Quizá algún dia puedas decir a alguien te quiero, engañándote a ti misma, pero jamás en tu vida olvidarás fácilmente aquellos besos de amor que nos dimos un invierno.
Pero un dia, cuando mires otros ojos te creerás que son míos y entonces te darás cuenta que son dos ojos furtivos.
Podría ocurrir que en tu alma, sientas un poco de frío, y en el fondo de ti misma, sentirás, estoy seguro un profundo escalofrío.
No sé si me olvidarás, o si sentiste un gran miedo, yo ya sé que tú ya te vas, yo sé que solo me quedo...
( Este poema puede herir la sensibilidad del lector )
Un palpitar de tambores bajaban por los barrancos, que ya anunciaban la muerte de un hombre negro y esclavo, se oían por las cabañas, voces de luto y de llanto.
Hace tiempo él era libre, mas no puede recordarlo, le cazaron en la jungla fueron unos hombres blancos, que los cazaban con cepos y con perros adiestrados.
Cogieron a tres millones, los metieron en un barco, hicieron la travesía la más dura que han soñado.
Solo les dan de comer pescado podrido y malo, con cadenas en sus pies, con cadenas en sus manos, y otros días les dan solo, plátanos con gusanos.
Todos los negros tenían el corazón como un paño, corazón negro por dentro, con la sombra de hombre blanco, manos trenzadas al viento, manos rebeldes, sus manos, el cuerpo con cicatrices como los troncos de un árbol.
El hombre blanco no ignora que son unos seres vivos, que eran pobres campesinos en las junglas escondidos.
Al amo le habían contado que el potro que no aparecía, y que precisamente había nacido hacía muy pocos días, lo había vendido aquel negro para preparar su huída.
Al negro lo desnudaron, le ataron a un tronco de árbol, y le condenaron a recibir trescientos diez latigazos, esa era la justicia de aquellos hombres blancos.
Los gritos de aquel pobre negro se oían por todos los llanos, los grillos dejaron de cantar, no parecían ser los gritos de aquel negro ser humano.
Gritos implorantes, fieros, ecos que llora la tarde, olor moribundo a negro, risas de los hombres blancos sepultadas en el tiempo.
Solo se oían los ruidos de aquellos latigazos que le dieron sin parar a aquel negro atado a un árbol.
El esclavo yace muerto, tiene los ojos hundidos, más que un hombre parece un animal fallecido.
Pero aquel hombre blanco que mató a aquel esclavo sin tener ningún sentido, estará siempre muy muerto, aunque le lata el corazón, amigos, porque su conciencia le irá diciendo que ha sido un asesino.
Por los caminos del cielo, se ven cenizas y olvidos que entristecen a los hombres que se sientan bien nacidos.
El negro era inocente, no era capaz de robar ni un pequeño saltamontes. el negro era un buen hombre, el negro por no tener no tenía ni un nombre.
Ya le llevan a enterrar en una caja de pino, se oye el ladrar de los perros por la hacienda y los caminos.
Dejan la caja en la hierba, parece que está dormido, y el negro más complaciente le dice así en su despido:
Hermano negro del sol hermano negro divino, ya nunca sentirás hambre ni tampoco ningún frío, allí arriba serás, uno de los elegidos, ya tienes la libertad, brota como un pequeño río.
Cuando estés allá en el cielo, reza un poco por nosotros, me acuerdo que cuando niños jugábamos con los potros por las orillas del rió en la alameda de chopos.
El negro cuando era niño, al amo le daba asco, mamaba de su mamá su leche de color blanco, y ayer el pobre murió por las palizas de un blanco.
Qué ironías de la vida, los lobos de las montañas tenían todos también los dientes blancos, muy blancos.
Los hombres blancos decían que él no ha sufrido tanto, que son cuentos que se cuentan... y las gaviotas volando...
Los ciervos por la alameda son también del color blanco, vuelan cuervos por la luna parece que están andando...
Duérmete para siempre, negro, no sea que el hombre blanco haya mandado a esos cuervos para picarte en tus manos.
Los hombres blancos decían que éramos unos vagos, y nosotros con dolores, silenciosos y doblados, siempre con la pesadumbre en el alma y en las manos.
Mañana se oirán en los bohíos voces de luto con llantos, y el sonido del viento se oirá entre los negros cánticos, y los tambores estarán, a música de muerte tocando...
La noche es bella la luna ya clarea, pero para nosotros los negros hasta las estrellas tienen sus rejas.
Duérmete hermano, duérmete en la alberca que es donde te enterraremos en el azul de la noche inmensa...
Porque tus padre y hermanos seguirán fecundando toda la tierra, para decirle al hombre blanco, que nuestras manos son como dos mariposas que un día se irán volando...
Se acerca la noche negra, y se acerca el alba blanca, el negro no vale nada el negro no tiene ni alma...
Las gaviotas estaban esperando a que tú te durmieras para venir volando... parece que están viniendo, parece que están llegando...
Los ríos bajan turbios, con piedras y llenos de lodo, con trozos sangrantes de muerte, con silencios y llantos rotos...
Mañana cuando los negros oigan caer a la lluvia, vendrán todos a llorar allí donde esté tu tumba...
Rojo color de la sangre salió el sol al horizonte, y lo primero que hizo fue alumbrar a la tumba del negro en medio del monte...
Al llegar la primavera vendrá en una nube blanca, una mariposa negra y una mariposa blanca.
Y danzarán con el viento a la salida del alba, y es que las mariposas no entienden ni de colores ni de razas, y vivirán siempre juntas en la tumba solitaria...
Caballito de cartón, cómo jugaba contigo subido sobre tu grupa siempre por aquel rincón.
Caballito de cartón, yo era el príncipe azul, que buscaba a una princesa con falda rosa y de tul.
Y cuando ya la encontrábamos, venía un hada del bosque, y con su varita mágica siempre nos casábamos.
Caballito de cartón, todavía aun lo recuerdo, cuantas batallas ganábamos cuando a la guerra jugábamos estando solos tú y yo.
Caballito de cartón, ¿te acuerdas cuando te ponía tus herraduras de dos en dos, que las hacía de madera para que te encontraras mejor?
Caballito de cartón, hoy te llevo en mi recuerdo, y para bien esconderte te metí en un cajón.
Tu relincho rompió el silencio recordando tus hazañas, y con el paso del tiempo, la gente te ha descubierto, a pesar de tenerte bien escondido y estando bien a cubierto.
Ahora ya no jugaremos más, mi caballito de cartón, porque seguramente te reciclarán, y por las praderas del cielo tu alma trotará y galopará, y el día que yo me muera, mi alma con la tuya se encontrará.
Y entonces recordaremos, mi caballito de cartón, lo felices que siempre fuimos estando solos tú y yo montando sobre tu grupa, mi caballito de cartón.
conoció a una señora en un tren, ella se sentó a su lado y mientras hacían el trayecto juntas ella le dijo: parece que hoy va a llover, parece que vamos volando, ya pronto veremos el mar. verás que belleza tiene el océano.
Y Zayra la contestó: mira , dentro de poco verás que abajo en el agua, los peces parece que lloran, y sus pequeñas lágrimas forman el mar y las olas. Y así juntas y charlando iban hablando de todo, de lo divino y de lo humano.
Parece que hoy no hay Dios, no hay paz, no se ve el amor, aun hay mucha esclavitud, y mucha desolación, unamos nuestras manos para aliviar tanto dolor, hagamos un canto al amor.
Aquella señora que conoció Zayra Omaet un día misterioso en un tren, tiene el pelo largo, liso, es tan tierna y suave como la piel de un pez, profunda su mirada, su alma muy delicada y untuosa como una nuez.
Aquella mujer del tren se había separado, se la murió el amor en un día cálido.
Ahora en su habitación, las horas del amor aun la hacen sombras, por eso la llenan a cada instante de una gran desilusión.... y siempre llora...
La vida de ella, es como un tren que da la vuelta, es como un tren que se detiene y te invita a subir y otra vez se detiene.... se detiene y te abre sus puertas parece que están siempre abiertas...
Para ella ese tren se derrama y parece que va gritando por todas las vías, si...parece que va gritando, mientras sigue su camino circulando y circulando...
Parecía que aquella mujer que Zayra conoció un día gris en aquel tren, no tenía más vida, pero encontró en Zayra Omaet la mejor de las sonrisas.
Se encontraba sola, entristecida, se quedó en la ventana de las sombras, y se marchó a llorar en las penumbras no había calor en su alcoba.
Aquella mujer tan triste y dolorida quería que Zayra la salvara la vida, y Zayra la rehuía porque quería que saliera a flote solo con su energía.
Ahora, aquella amistad que nació un día en aquel tren, va a durar toda la vida, ambas se quieren y se necesitan ese es el amor de la vida...
Ahora el paisaje de su nueva vida tiene muchas flores amarillas, y Zayra será para ella siempre el paisaje mas lindo de sus días...
Zayra le decía a Mari Carmen, que así se llama la pasajera que un día conoció en un tren sola y llena de penas:
Camina sin descansar, en busca de tu nuevo destino, y una luz sin duda alcanzarás, y llegarás así a tu nuevo camino...
Una tarde en tu jardín sombrío, entrará una bella mariposa, transformando tu corazón tan frío en un rosal lleno de mil rosas...
Mamá, déjame ir a buscar los luceros con el viento, y dar un besito a una estrella, aunque estén allí tan lejos.
Mi niño, eso es imposible, las estrellas que me dices están pero que muy lejos, y lo mismo les pasa a los preciosos luceros.
Mami, ¿me dejarás entonces irme a vivir a una nube? Mi niño, para subir a una nube hay que subir mucho trecho, ya me dirás como subes, están tan lejos...
Mami, y si me voy un día y me quedo con el sol, me quemaré o si no allí un rato me quedaré y sentadito te esperaré, mami, ¿y se me llevo un parasol para protegerme del sol?
Mi niño, allí hay mucho fuego, deja eso para luego.
Mamá, ¿puedo meterme en el mar y jugar con las sirenas y las estrellas del mar? Mi niño, para entrar en el mar hay que saber bien nadar.
Mamá, ¿puedo irme con las hadas que están al otro lado del mar? Mi niño, las hadas viven en los grandes bosques, y para poder ir a verlas hay que coger muchos transportes.
Mamá, dime una cosa, ¿puedo irme a ver a Dios, y ver allí a la Virgen y darles un beso a los dos?
Mi niño, a Dios y a la Virgen no se les puede tocar, solo los hay que rezar de vez en cuando una oración, y llevarlos muy adentro de tu pequeño corazón.
El niño no se cansaba de preguntar y preguntar, todo lo quería tocar.
Un día vino a buscarle una horrible enfermedad, y en un momento que tenía de mucha tranquilidad le dice así a su mamá:
Mami, ya veo que viene Dios, ya casi le puedo tocar, le veo que vive en el cielo y que me viene a buscar.
Vete hijo, vete a Dios no se le puede contrariar, si él te quiere a su lado por algo bueno será.
Y estando agonizando solo él con su mamá, entró por la ventana casi casi de repente una luz incandescente que le tatuó en la frente un lucero azul y una estrella brillante y muy verde.
Nombre: José López Mateos.
Lugar de nacimiento: En la muy noble y muy leal ciudad de Segovia (España).
Sexo: hombre
Edad: maduro, creo…
Cultura: universitaria, Aprendiz de mucho y Maestro de nada.
Valores: honor, lealtad, compañerismo, solidaridad, amistad, libertad, generosidad, bondad, esperanza, respeto.
Cualidades: sensibilidad, ternura, dulzura, amabilidad, sinceridad, sencillez.
Signo del zodíaco: Acuario